FALSEDADES PARA OCULTAR UNA CLAUDICACIÓN VERGONZOSA EN EL TLC

Publicado en por CONTRAPUESTOS

Aurelio Suárez Montoya, La Tarde, Pereira, agosto 29 de 2006
 

Como se había presumido y como ha sido en el transcurso del proceso de negociación del Tratado de Libre Comercio, Colombia cedió a la imposición norteamericana de exportar reses de más de 30 meses de edad. Contrario a lo que tiene prescrito la Organización Internacional de Sanidad Animal, para países de riesgo indeterminado como Estados Unidos que han registrado presencia de focos del mal de “vacas locas”, esa importación se fundará en que cada embarque estará respaldado por un certificado adicional a los de rutina. Con dicho certificado se darán por cumplidas las normas sanitarias existentes. “Los consumidores colombianos comerán la misma carne que la que comen los estadounidenses”, expresó el ministro de Comercio. Con base en esa concesión, el presidente de Estados Unidos cumplió con la notificación a su Congreso del interés de firmar este TLC, un requisito que da inicio allá al trámite de firma y aprobación.

 

Como mentís al ministro Botero, el periódico Los Angeles Times del 21 de julio de 2006 había publicado no solamente que las pruebas para detectar el mal de “vacas locas” se han reducido en más de un 90% para disminuir los costos del control severo requerido y estimado en un millón de dólares a la semana, sino que además registró la inconformidad que este hecho ha suscitado entre las organizaciones de consumidores estadounidenses. Carol Tucker Foreman, directora de política pública para los Alimentos de Consumer Federation of America, afirmó al respecto: “ Es seguro que esto no estimulará a los consumidores de Estados Unidos o Japón para salir corriendo a las tiendas a comprar más carne”. Y un segundo grupo, la Unión de Consumidores, exigió que cada res sacrificada en Estados Unidos fuera sometida a prueba. En ese sentido tiene razón el ministro Botero: en ambos casos los intereses de los consumidores se han relegado para favorecer los de las corporaciones norteamericanas de producción, empaque y comercio de carne, lideradas por la National Cattlemen’s Beef Association.

 

Son tantas y de tan gran tamaño las mentiras oficiales para ocultar su capitulación ante el Imperio que no es difícil concluir que la demora consistió en encontrar una fórmula engañosa, que como se vio no es aceptada por los propios consumidores gringos, que apaciguara los ánimos de productores y opositores al TLC en Colombia. De nuevo, la negociación estuvo en el acuerdo entre las partes en la mesa para confundir a la opinión. En ese mismo orden, el ministro de Agricultura, Andrés Arias, quien está viendo decaer su sector como presagio del TLC, cuando lanzó ante los medios la Apuesta Agroexportadora, proclamó el futuro promisorio de la macadamia. Precisamente, también el periódico Los Angeles Times del lunes 28 de agosto de 2006, avisa bajo el título “ Muchas macadamias, pocos compradores”, que en Hawaii, la primera región productora de Estados Unidos, los principales comerciantes han dejado de comprar ante la presencia de inventarios sobrantes, el lento crecimiento de la demanda, la caída de los precios y la expectativa de una gran cosecha para este año. Si así les va a los estadounidenses, cómo será el porvenir de los ingenuos colombianos que transformen sus cultivos de arroz por unos de esta nuez.

 

A propósito de arroz, también es bueno conocer que Japón ha prohibido la importación de arroz de grano largo desde Estados Unidos por haber encontrado material transgénico en él, con cierta proteína que ni siquiera ha sido aprobada para el consumo interno norteamericano. Así mismo, la Unión Europea está contemplando la demora en la importación del mismo tipo del cereal por esa razón. Las mentiras y falsedades con las cuales el gobierno uribista pretende embaucar a la opinión para justificar el TLC son tan deleznables que basta con leer por encima las páginas de negocios de la prensa estadounidense para que se derrumben solas. Colombia no puede continuar admitiendo que un grupúsculo asalte su buena fe y se valga del desconocimiento de verdades que se dan por sabidas en otras latitudes por el común de los ciudadanos para hacer pasar como de provecho general y nacional un Tratado que solamente recopila intereses y ambiciones corporativas.

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